Desde que el hombre se relacionó con los perros, estos han intervenido en labores de búsqueda y rescate, bien de una forma natural, o con el adecuado entrenamiento. La primera misión de búsqueda pudo ser la localización de un niño extraviado de su aldea por su perro. Las virtudes innatas de los perros para localizar y ayudar al ser humano han sido, por tanto, utilizadas desde siempre, como ya apuntamos al inicio del manual. Los antecedentes más fiables sobre perros de rescate son del año 1049, en el Hospicio del Gran San Bernardo, los monjes usaban perros para ayudar, asistir y refugiar a los caminantes que transitaban por el paso del puerto de montaña del Gran Monte de San Bernhard, a 2.469 metros sobre el nivel del mar. Allí se criaron, desde mediados del siglo xvii, perros grandes de montaña para guarda y vigilancia. La existencia de aquellos perros está documentada gráficamente desde 1695 y por escrito en unas crónicas del hospicio, desde el año 1707. Estos perros pronto se utilizaron como perros de escolta, y especialmente como perros de salvamento para viajeros perdidos entre la niebla y en la nieve. Existen crónicas publicadas en muchos idiomas sobre las numerosas vidas que fueron salvadas de la «muerte blanca» por estos perros. Los perros eran enviados por los monjes y conducían a los caminantes perdidos, les abrían camino en la nieve con sus grandes cuerpos e incluso rescataban a los sepultados por avalanchas. En otras partes del mundo, los terranovas y labradores se usaban para rescatar náufragos, en principio de forma natural y posteriormente formando parte de equipos de salvamento. Los modernos perros de rescate se desarrollaron y emplearon a finales del siglo xix. Casi desde el inicio, la Cruz Roja los incorporó para localizar a los heridos en el campo de batalla. El primer manual de perros sanitarios fue publicado en Alemania en 1903. Los ingleses emplearon para este trabajo collies, airedale terriers y bloodhounds.
En el campo de batalla, cuando estos perros encontraban a un herido, se les enseñaba a ignorar a los muertos, se quedaban junto a él y ladraban, o bien como el caso de Bob un pastor alemán que durante una batalla, en medio de los ataques, localizó a dieciséis hombres heridos que se habían arrastrado hasta caer en hoyos y zanjas. Bob, cuando encontraba a un soldado, se echaba a su lado, para que el hombre herido tomara algún material del botiquín médico que transportaba sobre su espalda. Como el ladrido representaba un problema al atraer el fuego enemigo, se entrenó a los perros a traer a su guía un objeto que estuviese próximo al herido; casco, pistola, cinturón, etc. El inconveniente de este sistema era que cuando no había nada cerca del herido el perro buscaba algo más alejado. Uno de los métodos que se desarrollaron fue el del bringsel, una pequeña pieza de cuero que el perro transportaba y que mordía cuando encontraba a un herido. Al acabar la guerra, decreció el empleo de estos perros, hasta que al principio de los años 60 del siglo pasado, y con mayor intensidad en los años 70 y 80, se produce el gran desarrollo de esta especialidad de empleo del perro de rescate. Bibliografia ECIMELDEF.
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